Lectura del santo Evangelio según san Juan (10, 27-30)
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano. Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi padre.
El Padre y yo somos uno”.
Entonces Jesús les dijo esta parábola: «Si alguno de ustedes pierde una oveja de las cien que tiene, ¿no deja las otras noventa y nueve en el desierto y se va en busca de la que se le perdió, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra se la carga muy feliz sobre los hombros, y al llegar a su casa reúne a los amigos y vecinos y les dice: “Alégrense conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido”. Yo les digo que de igual modo habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelve a Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse».
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El agujero en la alambrada
Un día, la pequeña oveja rebelde encontró un agujero en la cerca del redil. Miró a un lado y a otro, y sin pensarlo dos veces se coló hacia afuera.
¡Qué sensación de libertad! ¡Cuántos mundos por descubrir! Brincó entre las rocas, bebió de aguas frescas, comió en verdes prados..., pero poco a poco se fue haciendo de noche, y se sintió sola y perdida.
De repente, empezó a sentir la presencia del lobo acechante. Muerta de miedo empezó a correr.
Pero apareció el Pastor, la tomó en brazos y la devolvió al redil.
Y, aunque todos le intentaban convencer de lo contrario, el Pastor jamás reparó el agujero de la cerca.
Así es nuestro Dios. Así nos ama. Así respeta nuestra libertad. Es incomprensible. Igual de imcomprensible es saber que la oveja perdida, por la que deja en el redil a las otras 99, por la que monta una fiesta y convida a sus amigos..., ¡eres tú! |
Propuestas para que la Pascua no se te escape de las manos
1. Bebe para no tener sed.
Si esta Semana Santa has sentido algo intenso, si alguna vez sentiste que Dios llenaba de sentido y de amor tu existencia..., no puedes dejarlo morir. Vé a la fuente a beber el agua de la vida. Reserva 10 minutos díarios de tu día a establecer contacto con él de nuevo. Intenta mirarte a ti mismo, a través de sus ojos de Padre.
2. Hazle un sitio al Amigo
Reserva un espacio para Dios en tu habitación, como si fuera un amigo que va a convivir contigo una temporada. Haz una especie de "santuario", con los símbolos de la pascua, con aquellos objetos, frases, posters que te evoquen su presencia. Eso hará que se haga más presente en tu vida.
3. Lo que no se da se pierde.
Has recibido mucho. Intenta dar algo a los demás. Revisa tu vida y mira a ver qué actitud debes corregir. ¿Hay algo que debas empezar a hacer? ¿Hay alguien que necesita tu ayuda? Piensa algo concreto y ¡Hazlo! Verás cómo la fuerza de la resurrección se multiplica a través de tus manos y, sobre todo, de tus hechos. ¿Te imaginas lo que puede llegar a hacer el Resucitado a través de ti si tú le dejas?
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