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Coge tu ramo y sal a la calle.
Y da la cara.
Recíbele como el Señor de tu vida. Míralo. Todo un Dios montado en un asno. Así reina.
Todo un rey maltratado, humillado, despreciado.
Sal a la calle y vete diciéndoles a los maltratados, humillados y despreciados, que tienen rey. Que va a morir por ellos. Y que desde que te has enterado, no puedes menos que amarlos.
Ve a la calle. Coge tu ramo.
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La liturgia de este último Domingo de Cuaresma, nos invita a contemplar a ese Dios que, por amor, vino a nuestro encuentro, compartió nuestra humanidad, se hizo siervo de los hombres, se dejó matar para que el egoísmo y el pecado fuesen vencidos. La cruz (que la liturgia de este Domingo sitúa en el horizonte próximo de Jesús) nos presenta la lección suprema, el último paso de ese camino de vida nueva que, en Jesús, Dios nos propone: la donación de la vida por amor.
Primera lectura: Is 50,4-7
La primera lectura nos presenta a un profeta anónimo, llamado por Dios a testimoniar el mensaje de salvación en medio de las naciones. A pesar del sufrimiento y de la persecución, el profeta confió en Dios y realizó, con absoluta fidelidad, los proyectos de Dios. Los primeros cristianos verán en este “siervo” la figura de Jesús.
Segunda lectura: Flp 2, 6-11
La segunda lectura nos presenta el ejemplo de Cristo. No fue orgulloso ni arrogante, sino que escogió la obediencia al Padre y el servicio a los hombres hasta la entrega total de la vida. Ese mismo camino de vida es el que nos propone la Palabra de Dios.
Evangelio Mc 14, 1-15,47
El Evangelio nos invita a contemplar la pasión y muerte de Jesús: es el momento supremo de una vida hecha donación y servicio, para liberar a los hombres de todo aquello que genera egoísmo y esclavitud. En la cruz, se revela el amor de Dios, ese amor que no se guarda nada, sino que se hace donación total.
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