En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.»
Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

¡Hay tanto que hacer!

¡Cristianos! ¿Qué hacéis mirando al cielo? Perplejos, desorientados, como si nos hubieran cerrado la puerta de la fiesta y nos nos dejaran participar en los juegos de los demás. A veces nos sentimos así, ahora que nuestra sociedad nos pone en duda, sospecha de nuestras motivaciones e instituciones.

¿Sería más fácil si la gente nos reconociese y nos diera parabienes? No fue así como empezó todo. Todo empezó con un ajusticiamiento y un fracaso. Igual de perplejos estaban los discípulos cuando el Resucitado les dijo: ¿Qué hacéis mirando al cielo? Yo subo donde mi Padre, pero os dejo mi Espíritu que nos llenará de fuerza.

Es en esa fuerza y no en la nuestra en la que debemos confiar.

¡Cristianos! ¿Qué hacéis mirando al cielo!

¡Hay tanto por hacer!

¡Dios tiene tantas ganas de infundirte su espíritu!

Propuestas para que la Pascua no se te escape de las manos

1. Bebe para no tener sed.

Si esta Semana Santa has sentido algo intenso, si alguna vez sentiste que Dios llenaba de sentido y de amor tu existencia..., no puedes dejarlo morir. Vé a la fuente a beber el agua de la vida. Reserva 10 minutos díarios de tu día a establecer contacto con él de nuevo. Intenta mirarte a ti mismo, a través de sus ojos de Padre.

2. Hazle un sitio al Amigo

Reserva un espacio para Dios en tu habitación, como si fuera un amigo que va a convivir contigo una temporada. Haz una especie de "santuario", con los símbolos de la pascua, con aquellos objetos, frases, posters que te evoquen su presencia. Eso hará que se haga más presente en tu vida.

3. Lo que no se da se pierde.

Has recibido mucho. Intenta dar algo a los demás. Revisa tu vida y mira a ver qué actitud debes corregir. ¿Hay algo que debas empezar a hacer? ¿Hay alguien que necesita tu ayuda? Piensa algo concreto y ¡Hazlo! Verás cómo la fuerza de la resurrección se multiplica a través de tus manos y, sobre todo, de tus hechos. ¿Te imaginas lo que puede llegar a hacer el Resucitado a través de ti si tú le dejas?

 

Jornada de oración por las vocaciones

Tiempos litúrgicos

Segundo Domingo de Pascua

Tercer Domingo de Pascua

Cuarto Domingo de Pascua
Quinto Domingo de Pascua
Sexto Domingo de Pascua

Significado de la luz

Significado de las llagas del resucitado
El pez
Testigos
El atardecer
El gusto
El discípulo amado
La comunidad
Las tres veces
Los dos testigos
María Magdalena
Siete discípulos

Jornada de Oración por las Vocaciones

 

 



REFLEXION:

Los discípulos se habían quedado tan asombrados por aquella presencia de Jesús y por su desaparición que no sabían más que hacer que mirar al cielo.   
Enviados a anunciar el Reino
Y, mirando al cielo, se han olvidado de que muy poco antes, justo antes de desaparecer en la nube, Jesús les ha vuelto a reiterar que tienen una misión que llevar adelante: “ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, Samaria y hasta los confines del mundo”. Lo suyo no es esperar pasivamente la llegada del Reino, como aquellos hombres de mi tierra que desde el borde del camino observaban el ir y venir de coches y camiones. Los discípulos están llamados a subirse a esos vehículos a dirigirse por los caminos del mundo hasta los confines más lejanos. Hay que anunciar el Reino y eso es una urgencia. Jesús volverá. Los hombres vestidos de blanco se lo prometen pero en el mientras tanto hay mucho que hacer.



El Reino es la gran tarea pendiente. Hay que anunciar su venida. Y eso se hace desde la experiencia propia del que ha experimentado el amor de Dios. Hay que leer y releer la segunda lectura en la que Pablo nos abre los ojos a la realidad a que estamos llamados. Sus palabras nos descubren un mundo nuevo: esperanza, riqueza de gloria, extraordinaria grandeza de poder. Todo ello fruto de la generosidad de Dios, de su amor, manifestado en Cristo Jesús, en su resurrección. 
 
El Espíritu alumbra la esperanza
Además, está presente en las tres lecturas la promesa del Espíritu (Pentecostés está cerca). Él será la presencia que llenará a los discípulos de fuerza para cumplir su misión, para predicar la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos. No dice para amenazar con el infierno. El mensaje es positivo. Se trata de vivir y dar testimonio del amor salvador de Dios. Se trata de ir haciendo presencia en los corazones de todos de ese Reino que tanto esperamos. El Reino de Dios no llegará de una forma espectacular sino en el contacto de persona a persona, en la experiencia íntima, directa, inmediata, del amor de Dios, de la plenitud del Espíritu que nos descubre la esperanza a la que estamos llamados. 
Pero el Reino no se queda ahí. Sentir esa presencia en nuestros corazones nos hace vivir de otra manera, descubrimos a los que nos rodean como hermanos y hermanas, nuestra relación con ellos se basa en la justicia y el amor, en el perdón y la reconciliación. Es toda una forma nueva de vivir.



Como los discípulos en el monte, también hoy nosotros escuchamos a aquellos hombres que nos dicen: “¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?” Hay mucho que hacer. Hay que mirar a la tierra, poner los pies en el suelo, mancharnos de barro, estrechar la mano al hermano, construir el Reino aquí y ahora. No podemos ser como aquellos jubilados que miraban cómo pasaban los coches y camiones sin hacer nada, que no hacían más que dejar pasar el tiempo. Nosotros tenemos mucho que hacer, mucho que vivir, mucho que comunicar, mucho que disfrutar. Porque conocemos y vivimos ya la esperanza a la que Dios nos ha llamado en su inmenso amor manifestado en Cristo Jesús.