¡Qué tendrá el desierto!

Por un lado seduce y por otro asusta.

Ve al desierto. Despierta a la luz de lo evidente, de lo indescriptible, de lo permanente.

¡Qué tendrá el desierto! ¡Si en el desierto no hay nada!

Precisamente, por eso. En el desierto no hay nada más que tú. Tu vida se hace evidente, el don de lo imprescindible se hace pantete, y lo superfluo huye, se evapora.

Solo entonces te das cuenta de que eres, existes, como un milagro, como una chispa de humanidad en medio del universo: estás ahí y sintes, piensas.

Eres la demostración patente de que el amor lo inunda todo, y ahí estás tú para respirarlo, para fundirte con él y atestiguarlo.

En el desierto no hay nada, salvo el Dios amor que todo lo inunda y tú, que lo respiras.

Para orarpr esta semana

 

Tiempos litúrgicos

Celebración de la ceniza

Reflexiones para cada domingo

Powerpoint para la cuaresma

Vídeos Sín pasión no hay paraíso

 

Catequesis para jóvenes en PDF
Catequeis para jóvenes
 

 

 

 

 

 

Primera lectura: Gen 9, 8-15

El diluvio siempre ha sido un símbolo negativo, como fuera el aviso de un castigo de un Dios intransigente. Y, sin embargo, es todo lo contrario, es un símbolo de un Dios que, aún en el más extremo de los casos: que el mal se apoderara totalmente de la tierra, seguiría dando una segunda oportunidad.

Segunda lectura: 1P 3, 18-22

Pero la segunda oportunidad que da Dios no va a ser igual. Esta vez no va a correr el riesgo de que el hombre la estropee. Esta segunda oportunidad será definitiva, gracia tras gracia, inmerecidamente concedida pero inexorablemente salvadora. Nada que temer.

Evangelio Mc 1, 12-15

Hasta Cristo sufre las tentaciones que nosotros sufrimos a diario. Para que luego digamos que no sabe lo que es ser hombre. Frente a una cultura que empequeñece al hombre y lo cree incapaz de superarse, Jesús nos enseña a confiar en la conversión que viene solo de Dios. Ni héroes ni gusanos. Somos propensos a la misericordia.